El perfil de la lección del siglo 21
Como educadores, constantemente escuchamos sobre la importancia de crear ambientes de aprendizaje en los que nuestros alumnos adquieran un rol y una participación activa. A pesar de que hacemos nuestro mayor esfuerzo para que así sea, al final del día terminamos con lecciones que apuntan a todo lo contrario. ¿No les ha pasado? Pareciera ser que existe una inmensa brecha entre las ideas que nos presentan reconocidos educadores en convenciones o charlas y nuestro intento de llevarlas a la práctica en una lección. No obstante, crear el ambiente para un salón activo puede ser más sencillo de lo que imaginamos. Hoy te propongo una receta, comenzando por repensar la manera en la que construyes tus lecciones. Échale un vistazo y haz una radiografía de tu aula a ver qué tan activa puede llegar a ser.
Receta para obtener una lección del siglo 21:
1. Más tiempo para “hacer”
En un principio, la manera en la que planificas tu lección tiene mucho que ver con cuán activo puede ser tu salón de clases. Considera el tiempo en el que distribuyes una lección o unidad. Analiza cuánto tiempo de clase dedicas a ofrecer instrucción directa, ya sea presentar un tema, discutir o explicar un contenido, y cuánto tiempo tienen tus alumnos para “hacer” con lo que recién les has presentado. El resultado de este análisis te ayudará a determinar qué por ciento de tus lecciones los alumnos dedican a crear, pensar, construir, analizar o investigar, versus qué por ciento de tiempo son receptores pasivos de contenido. Aunque no todas las lecciones son iguales y queda claro que no aplica la famosa consigna “one size fits all”, es importante tener en cuenta el tiempo que separamos para que el alumno se convierta en un investigador activo. En un escenario típico de clase (50 minutos), la distribución de tiempo podría ser la siguiente:
Lo anterior es solo una propuesta y dependerá de cada lección. La clave está en crear un balance y determinar el contenido que es necesario enseñar de forma directa y aquel que el alumno puede descubrir o aprender por su cuenta.
2. Instrucciones cortas
Cada vez es más evidente que nuestros alumnos prefieren instrucciones breves y esto tiene mucho que ver con la costumbre de obtener con bastante facilidad y rapidez aquello que desean, típico de su generación. Sin embargo, la realidad es que los estudiantes (y adultos) prestamos atención por un periodo corto de tiempo. Eric Jensen, líder educativo y autor de exitosas publicaciones, propone en su libro Teaching with the Brain in Mind, una guía de instrucción directa para presentar contenido nuevo:
Luego del tiempo máximo por cada nivel, adquieren significado las famosas interrupciones que hacen los estudiantes como solicitar permiso para ir al baño, tomar agua, ir a enfermería, entre otras. Considerar la cantidad de información que el cerebro de nuestros alumnos puede procesar, especialmente cuando presentamos algún contenido nuevo, permite que juiciosamente podamos decidir cómo distribuir el tiempo en cada unidad o lección.
3. Inicio motivador
Lograr la atención del alumno desde un principio es importante y en muchas ocasiones determina cuán comprometido estará con el resto de la clase. Captura sus primeros minutos mediante una actividad dinámica, explorando conocimiento previo, despertando su curiosidad con preguntas o presentando algún caso. A través del tiempo, y en mi práctica profesional como Coordinadora Educativa, he tenido la oportunidad de observar variedad de inicios de clases. Uno de los que más llama la atención en niveles elementales es el uso de personajes que “cobran vida” y traen algún mensaje importante: algunos de ellos han viajado en el tiempo y han llegado a nuestra era para presentarles un problema. ¿Imaginas la magia de ese momento?
4. El final en mente
Ten el final en mente y toma en cuenta qué deseas que tus alumnos logren al terminar cada lección. Esto te ayudará a definir el tipo de actividades apropiadas para que el alumno logre procesar la información o el contenido nuevo. El uso de organizadores gráficos es una buena idea y permite que el estudiante fragmente el contenido nuevo en partes pequeñas de manera que logre estructurar la información. Otra buena práctica es el uso de juegos. Los juegos motivan al estudiante, simplifican el procesamiento de información y promueven en el alumno su papel de aprendiz activo.
5. Un cierre exitoso
En mi experiencia, esta es la parte que casi siempre olvidamos. ¿Por qué? El factor tiempo en muchas ocasiones tiene que ver. El momento culminante del cierre nos ayuda a retomar la atención del estudiante y permite que podamos llevar a cabo un assessment sobre su ejecución y el contenido que acabamos de presentar. No dejes que la magia se pierda y aprovecha la oportunidad para continuar capturando su atención. En una clase que pude observar meses atrás, resultó interesante ver la dinámica de un maestro que integró el uso de los tickets de salida (exit tickets). Mediante estos tickets repasaron conceptos y tuvieron la oportunidad de expresar aquello que les pareció más complicado durante la clase.
El perfil de la lección del siglo 21
Los estudiantes deben ser los miembros más activos en un salón de clases. La manera en la que construimos o fragmentamos una lección debe considerar su capacidad de atención y cómo el cerebro procesa información, además del tiempo que separamos para que pueda “hacer”, más que meramente recibir contenido. Si queremos prepararlos para un futuro lleno de oportunidades tenemos que comenzar a examinar la forma en la que ayudamos a que se conviertan en productores de contenido. Las destrezas que se desarrollan en un salón activo son las que buscan los empleadores de este siglo: trabajo en equipo, solución de problemas, comunicación, liderazgo, toma de decisiones, pensamiento crítico, entre otras.
¿Verdaderamente ofreces a tus alumnos la oportunidad para que aprendan de forma activa? Haz un análisis de tus lecciones y cuéntame tu experiencia.